Como iba diciendo: mi trabajo es aburrido, no
estoy cumpliendo lo que quiero, y no sé muy bien lo que quiero. Sé que no soy
el único. Y me ha pasado lo mismo no pocas veces. A ratos me pregunto si ya es
tarde para intentar cumplir ciertas metas, y los dos lados de mi cabeza entran
en un conflicto que, generalmente, no llega a nada, y me encuentro haciendo lo
mismo.
Y así, de repente algo cambia. Pasa algo. A
veces, después de semanas de letargo, brotes de ideas te devuelven al pensar. Y
calculas la frecuencia de esos brotes, y te das cuenta que, quizás, algo está
volviendo que pensabas que habías perdido. No es nada inmediato. Se sigue en la
rutina, se juega con ella, se pierde el tiempo, si uno cree en eso. Haces
nuevos planes a corto plazo, y te obligas a cumplirlos hoy… no, mañana… la
próxima semana… no importa, hay tiempo, y eventualmente lo harás porque la
presión de aquel factor de la ecuación que no controlas es mucha.
Entonces llegan a sus casas y hacen lo mismo de
siempre, una y otra vez, atrapados. Hasta que ocurre eso que causa brotes de
ideas y nueva motivación, qué se yo qué puede ser. No es inmediato. No son los
únicos. Algunos escriben, otros ejercitan, otros vuelven a bailar. Y el final
del letargo es el comienzo de otro que vendrá. Me ha ocurrido varias veces, y
me volverá a ocurrir. Le ocurre a todos, a ellos, a mí y a ti. Que se mueren un ratito, despiertan de a
poco, viven un rato, se vuelven a morir, y así, y así, y así.
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